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En Nicaragua el cáncer de mama es la segunda causa de muerte en mujeres adultas, la primera es el cáncer en el cuello de la matriz, según las últimas cifras oficiales del Ministerio de Salud (Minsa) en 2020, fallecieron 239 mujeres por cáncer de mama.

Viajó dos días por tierra para asistir ese viernes a sus terapias de radiaciones en el hospital capitalino Nora Astorga. Después de casi dos años sin quimioterapia, el cáncer ha regresado pero esta vez, en el seno derecho. Iris Esther Ochoa Castillo,  creyó en algún momento que había cerrado un ciclo doloroso, sin embargo, el médico del hospital público Bertha Calderón le informó que volvería a recibir quimioterapias para tomarle la delantera a un nuevo tumor maligno.

Otra vez, Iris se siente desconcertada no es sólo luchar contra el cáncer de mama e intentar vencerlo también es aumentar su precariedad económica, es madre soltera, no tiene empleo fijo y su enfermedad se convierte en un gasto de dinero casi insostenible.

Iris, vuelve a contar los centavos, su nuevo diagnóstico es el anuncio de sacrificios ya conocidos. Mensualmente se verá forzada  a dejar  a sus tres hijos en Ayapal, un municipio de Jinotega localizado al norte del país, allí una vez al mes, Iris inicia su traslado a la ciudad de Managua, sale a las dos de la madrugada para tomar varios buses hasta su llegada a la capital a las cinco de la tarde, un viaje que representa un gasto de treinta cinco dólares mensuales que muchas veces debe de prestar.

Además, en cada traslado a Managua,  Iris se ve obligada a enfrentar otras situaciones difíciles, durante su viaje “alimentarse adecuadamente” se convierte en un lujo para una paciente cuyo presupuesto en alimentación es de 35 centavos de dólar por día, entonces retoma su plan de ahorro extremo: evita hacer uso de los sanitarios en las terminales de buses para ahorrarse el cobro como usuaria y durante 15 horas sólo ingiere un refresco natural y una pieza de pan dulce. La prioridad es tener dinero para llegar y asumir gastos médicos imprevistos una vez llegue a Managua.

La falta de recursos económicos y el cáncer al que se enfrenta por segunda vez tienen el mismo nivel de importancia para esta madre soltera de 34 años de edad, “es muy triste. Mis últimos exámenes salieron alterados y voy a iniciar el tratamiento. Ahora tengo que ver cómo voy hacer con mis hijos, ambos quedaron en la casa” señala afligida.

A finales del 2019 está jinotegana, fue diagnosticada por primera vez con cáncer de mama. Su hija Delmerling estaba recién nacida y debió suspenderle la lactancia, hoy la pequeña tiene dos años de edad y al igual que su hermano de ocho es la preocupación que inunda la cabeza de Iris, mientras espera recibir su tratamiento en un pasillo del hospital Bertha Calderón.

“Lo que más me preocupa es que como yo no tengo trabajo, mis hijos no tienen garantizado el plato de comida de mañana. No saben qué van a desayunar ni qué van a cenar.  No sé cómo voy hacer para los útiles escolares de mi hijo, ¿qué voy hacer? vivo preocupada por los zapatos y sus útiles escolares, lo demás no, porque el resto del día mis hijos pueden andar con su ropita vieja”, dice Iris llena de tristeza y preocupación, mientras se prepara para confesar a Galería News su mayor tormento hecho pregunta “¿qué pasará con mis hijos en caso de fallar? término que usa para no conjugar el verbo “morir”.

Aunque Iris ha trabajado desde adolescente no ha logrado salir de la precariedad económica, no tiene casa propia ni ingresos. Nunca fue a la escuela,  lee y escribe poco pues aprendió sola, se casó antes de cumplir catorce años, a los quince ya era mamá de Jeycel hoy con 21 años de edad. Recuerda que en ese momento dejó a su hija de dos años y se desplazó a Managua para trabajar como asistente del hogar en la casa de una doctora, ahí escuchó por primera vez acerca del cáncer de mama. “Yo la escuchaba leer pero nunca le puse mente y mirá… me resultó a mí”, dice mientras sonríe con ironía y profundiza su tristeza con un suspiro.

“Yo creo que al fallar mis hijos van a sufrir porque no los dejo en casa propia” y reflexiona “si yo llego a fallar me pregunto qué va a pasar con mis hijos porque mi madre está muy enferma tiene 53 años y su salud se deteriora cada día. No tenemos el apoyo de nadie más. Mis hermanas y yo hemos vivido rodeadas de necesidades. Mi  hermana mayor enviudó porque su esposo murió de leucemia y ella está trabajando en Managua para sus niños. Ella me dice – ¡no te preocupes! si algo llegara a pasar aquí estoy yo y a los niños no te los voy a tirar a la calle – pero lo que más me preocupa son mis hijos pequeños y le pido a Dios que me de vida para no abandonarlos” son las ideas que aturden los momentos de espera, las noches y madrugadas de Iris desde que por segunda vez le diagnosticaron cáncer de mama.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que una de cada ocho mujeres tendrá cáncer de mama a lo largo de su vida y detalla que cada 30 segundos en algún lugar del mundo una mujer está siendo diagnosticada con el tumor maligno más frecuente en este sexo, el cáncer de mama,  el más común a nivel mundial, superando el cáncer de pulmón. Según datos actualizados, 19,3 millones de personas fueron diagnosticadas con cáncer de mama en 2020, 10 millones murieron.

Tradicionalmente, eran mujeres mayores de cuarenta años a más las diagnosticadas con esta enfermedad, sin embargo, la edad para este pronóstico ha bajado y el cáncer de mama se presenta ya en mujeres a partir de los 18 años de edad. Especialistas señalan que cada vez son más las mujeres menores de 35 años con diagnóstico de tumor mamario. Y enfatizan que en Nicaragua, la población diagnosticada con cáncer de mama es joven.

Según las estadísticas del observatorio internacional GloboCan, en Nicaragua, se estima que cada año hay 1,200 nuevos casos de cáncer de mama y que una mujer muere por cada 2.5 diagnosticadas,  las últimas cifras oficiales del Ministerio de Salud (Minsa) revelan que en 2020, fallecieron 239 mujeres por cáncer de mama. Convirtiéndose en la segunda causa de muerte en las mujeres, la primera es el cáncer en el cuello de la matriz.

Para el ginecólogo y oncólogo Roberto Ortega Plath, director médico de la Fundación Ortiz Gurdían no existe una cura y menos se puede garantizar a una paciente que el cáncer no volverá luego de ser tratada, no obstante, destaca que la clave está en el diagnóstico que se hace cuando el cáncer se identifica en el cuerpo. “Hay pacientes que son susceptibles a desarrollar la enfermedad en uno o en dos años porque el tumor se descubrió en etapa avanzada”. El especialista que tiene más de 25 años de experiencia atendiendo a pacientes, prefiere hablar del “control de la enfermedad” y advierte que hay un porcentaje de probabilidades de que este tumor maligno regrese” el 55 % de las personas diagnosticadas con este tipo de cáncer son mujeres.

En noviembre de este 2021,  Iris cumple un año de haberse practicado una mastectomía en el seno derecho. Los últimos análisis son desalentadores para su otro seno. Todo indica que el cáncer volvió. “Recuerdo que yo andaba embarazada y para agosto del 2019 que mi hija nació me sentía una pelota en mi pecho. Pensé que eran pelotas de leche, pero cuando mi hija tenía cuatro meses le dije a la doctora mi incomodidad, me enviaron a hacerme exámenes y me pidió que le quitara la leche a la niña”.

En Jinotega le realizaron su primera biopsia y se la repitieron en Managua. “El doctor me confirmó el cáncer y me dijo que no era del bueno. Era un tumor maligno. Lo tomé con calma y dije yo, ni modo. La verdad que no sentía dolor ni nada. Solamente tenía la pelota. El dolor, lo vine sintiendo cuando ya tenía seis meses de ser diagnosticada, sentía mucho dolor. Me comencé a afligir pero a la vez  mi familia me animaba y me decían que con las quimios me iban a aliviar”.

Iris narra que desde sus primeras quimioterapias vio el cambio en su cuerpo. “La pelota bajó mucho, pero en ese entonces comenzó la pandemia y me hicieron mi operación. El doctor me dijo que la pelota medía 9.95 centímetros de grande y me llegaba hasta las axilas, pasé todo el proceso y lo tomé muy bien”.  Recuerda que cuando perdió el cabello su hijo Jason, le pedía que se cubriera la cabeza porque no le gustaba ver su calvicie. “Yo he sido su mamá y su papá,  va muy bien en clases y es un niño bien portado”, dice esta madre mientras muestra con orgullo sus fotos.

Desde que Iris llegó a Managua no se preocupó por alojamiento. Ella sabe que cuenta con doña Ileana Montano una sobreviviente de cáncer de mama, quien ha hecho de su casa un albergue improvisado para mujeres del interior del país y que no disponen de recursos económicos ni de un sitio seguro donde permanecer mientras se realizan los tratamientos médicos.

Cada año doña Ileana, aloja unas 25 mujeres diagnosticadas con cáncer de mama, algunas las conoció en la Fundación Ortiz Gurdián, FOG,  otras llegan procedentes del sistema público,  Iris, es una de ellas, ambas se conocieron dos años atrás cuando a doña Ileana también le realizaban radiaciones en el hospital Nora Astorga.

Con 62 años, ésta señora se muestra llena de energía y algunos aseguran que su espíritu de servicio es contagioso. En las cuatro paredes de su residencia Ileana ha escuchado tantas historias que a veces le parecen disparatadas otras muy crueles, como la de hombres que le niegan a la mujer el derecho de chequearse porque creen que no las debería de ver otro hombre más que ellos,  condenando la vida de muchas que llegan al sistema de salud con canceres tan avanzados que no sobreviven.

Con su testimonio doña Ileana alienta a otras mujeres que apenas empiezan su tratamiento y en estas conversaciones  les deja claro que no estarán solas porque juntas recorrerán “el valle de los lamentos” y saldrán victoriosas, ella sabe de lo que habla fue diagnosticada hace tres años y hace dos se realizó una mastectomía radical, pasó por quimioterapia y radioterapia y cada día debe tomar una dosis de hormonoterapia por los próximos cinco años, para no dar tregua a la enfermedad de la que su madre también fue sobreviviente.

“Hoy me entró dolor en la columna. Casi no podía caminar. Me duché y me recosté en la cama y me ponía de un lado, doña Ileana me regaló una pastilla para el dolor porque yo no andaba  ninguna y gracias a Dios se me quitó” relata Iris, para ella después del apoyo de su madre y de su hermana mayor, doña Ileana es su mano amiga. “Ella a veces me tiene ropita y me la da para que yo pueda vestir. Me ha ayudado bastante”. Doña Ileana ha contagiado a sus vecinos y cada vez son más los que se suman a ayudar a mujeres que atraviesan el difícil proceso de vencer al cáncer y lo hacen además, casi siempre en soledad, como Iris.

Su casa es un albergue sencillo que se mantiene del amor y la voluntad vecinal. Entre sus colaboradoras está la “Mami Coco” quien relata como su esposo lleva a las mujeres del albergue al hospital Nora Astorga para realizarse su tratamiento. “A veces las esperaba para traerlas de regreso y cuando finalizaban el proceso y volvían a sus ciudades él las iba a dejar a la terminal de buses”. Mami Coco dice que para servirle a Dios no se requiere hacer grandes obras  porque él toma en cuenta los actos pequeños.

Ileana Montano, es maestra jubilada y está convencida que el cáncer cambió su vida para bien, cree que aprendió como lección de vida la importancia de ayudar al prójimo porque a la mayoría se le olvida. “Ahora yo les digo a las mujeres que se cuiden, que hagan consciencia y para hacerse sus exámenes no deben pedir permiso al marido ni a nadie”.