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Desde la alianza de medios 4MI, te contamos las historias de lucha de tres excarceladas políticas: Mildred, Samantha y Yaritzha que apuestan por continuar alzando la voz y reclamando sus derechos frente al machismo que existe en los espacios políticos de Nicaragua.

Si bien las mujeres jóvenes en espacios políticos y sociales logran cada vez mayor incidencia, aún quedan muchos “pendientes” para lograr la igualdad que tanto se busca para la futura Nicaragua.

Las mujeres jóvenes continúan siendo menospreciadas en una buena parte de los espacios sociales y políticos de Nicaragua. Varias de ellas señalan que, en muchas ocasiones, “quienes se llevan el protagonismo o los créditos” son los hombres.

En ocasión de este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, contamos las historias de tres jóvenes lideresas nicaragüenses que continúan en sus luchas sociales, pese a los intentos del régimen de silenciarlas a través de la prisión.





Mildred Rayo: De la arquitectura al activismo político

Antes de 2018, Mildred Rayo no se preocupaba mucho por temas políticos. Sin embargo, en medio de sus estudios de arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), recuerda que una vez, sin proponérselo, mostró parte del liderazgo que tenía oculto. Lo que le acarreó un apodo muy característico en Nicaragua.

Mildred Rayo logró culminar sus estudios de arquitectura. Pero aún no tiene su título porque en octubre de 2022, un mes antes de ser secuestrada por el régimen el 1 de noviembre, apenas comenzó a tramitarlo. Hoy tiene una duda razonable: al ser desterrada no sabe si las autoridades le borrarán su historial académico o si tendrán la ética suficiente para entregárselo.

Rayo es una de las 222 personas que fueron excarceladas y desterradas por la dictadura de Daniel Ortega el 9 de febrero de 2023. Ahora se encuentra en Estados Unidos, tratando de reiniciar parte de su vida.

Las malas prácticas del régimen sandinista antes de la rebelión de abril de 2018 ya inundaban las aulas de las universidades del país. A través de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) trataban de mantener el control e imponían a presidentes universitarios que se apegaran a las disposiciones del Frente Sandinista.

En una ocasión, cuando inició sus estudios en la UNI en el año 2014, Mildred alzó la voz junto a otros de sus compañeros de clases para evitar que los jóvenes de UNEN impusieran un candidato afín al partido en el poder.

“Desde ese momento, quedé tachada como ‘Mildred la pleitista’. Siempre me he aferrado a mis derechos y ellos querían imponer un presidente de dedo”, cuenta la joven, con una sonrisa que demuestra fuerza tras salir de las cárceles de Ortega y Murillo.

La vida de Mildred antes de 2018 se centraba en sus estudios académicos. Cuenta que le encantan los deportes y cuidar a su mascota, a quien actualmente extraña porque está con algunos familiares en Nicaragua.

Y aunque reconoce que se involucró en el activismo desde el estallido de las protestas en abril 

de 2018, también sabe que eso le cambió para siempre su vida.

“Participé en las primeras protestas que se hicieron en Indio Maíz. Para el 18 y 19 de abril estuve en las protestas. Mi primera acción fue tratar de recoger víveres, a través de las redes de varios amigos que tenía en ese momento”, recuerda.

El 24 de abril de 2018 se integró a la Alianza Universitaria de Nicaragua (AUN), organización juvenil en la que asegura que continuará su lucha.

“Donde yo trabajaba, mi jefe era abogado y él me preguntó si conocía grupos de jóvenes. Preguntando entre amistades, llegué a una reunión en la Catedral de Managua el 24 de abril, donde nació AUN. Ahí conocí a muchos de los integrantes que hoy están en el exilio”, comenta la ahora excarcelada política.

Las luchas y las anécdotas a raíz de su incursión en el activismo no cesaron. Recuerda que durante los ataques a los estudiantes atrincherados en la UNAN Managua, apoyó en labores de acopio de víveres.

“Para el ataque de la UNAN Managua, junto a otras compañeras de AUN, fuimos a apoyar a los chavalos que estaban asediados por la Policía. Ir en la caravana de apoyo fue una de las experiencias más bonitas, porque no solo había chavalos de AUN”, cuenta.




“Las mujeres jóvenes merecen mayor acceso a los espacios políticos”


A criterio de Mildred, las mujeres han logrado insertarse en espacios políticos y sociales con mucho esfuerzo. Dice que el panorama no se avizora tan sencillo.

“Quienes están en la mayoría de las organizaciones son varones. Incluso la mayoría de presos políticos son hombres. Sin embargo, las mujeres que estamos participando nos ganamos esos espacios con insistencia, con conocimientos”, expresa.

Además, considera que en el caso de las jóvenes mujeres todavía es un poco más difícil el acceso a espacios de incidencia.

“Si sos joven, tenés que pensar diferente y querer cambios para que todo sea mejor. Como mujeres queremos igualdad en todo sentido, incluyendo igualdad laboral y de estudio. Desde el momento en que uno piensa diferente y quiere más, se vuelve un problema para el sistema”, señala.

A criterio de Mildred, a pesar de los obstáculos y las adversidades, los jóvenes deben seguir formándose. Dice que luego de su excarcelación no abandonará la lucha por Nicaragua, sino que más bien buscará insertarse socialmente en Estados Unidos y continuará estudiando.

“Algo que nunca se puede dejar es la lucha social, lo que uno siente y lo que uno cree. Estoy en mi proceso y necesito reinsertarme en la sociedad de un país que no conozco y a la que me tengo que adaptar”, confiesa, vía llamada desde Miami.






Samantha Jirón: De voluntaria de los bomberos a activista política


 “Yo no me quedo en la cocina”, le dijo Samantha Jirón al comandante de los bomberos en una estación del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Masaya, donde era voluntaria. Ese día ingresó al cuartel una llamada de emergencia y Samantha fue una de las primeras que se montó al camión para irse con el equipo a atender la emergencia.

En ese momento, ella era la única mujer y asegura que había mucha discriminación por género y edad.

“El comandante de los bomberos no me dejaba salir de la estación y me decía que las mujeres deberían estar en la cocina de la estación. Pero me monté en el camión”, dice Samantha, quien también considera que fue una lucha constante para que visibilizaran su trabajo.

Con relación a la defensa de los derechos de las mujeres, Samantha considera que estaba involucrada desde muchos años antes de 2018.

“Estaba involucrada desde antes de 2018. Desde muy joven, sin saberlo, era feminista. Desde muy niña estudié pintura y dibujo en una organización y aprendí sobre los derechos de las mujeres. Ese fue mi primer contacto con el tema, entre los 13 y 14 años”, comenta.

A los diez años, aprendió a pintar y dibujar en el proyecto psicosocial “Los Miguelitos”, que ayudaba a la niñez afectada emocionalmente por desastres naturales. Su liderazgo empezó a destacar y durante varios años fue representante juvenil en las elecciones del proyecto.

 “Siempre he sido bien sociable. Esta organización hizo elecciones para elegir representantes. Una de mis compañeras de pintura ganó las elecciones. Yo le dije que quería también, aunque estaba muy pequeña. Luego me lancé como representante de los jóvenes de los dos turnos y la gané por dos años”, recuerda y agrega que se tomó en serio su papel de lideresa.

En 2018, se sumó a las protestas y asegura que en ese tiempo conoció a las defensoras de los derechos de las mujeres que aparecían en la televisión, esto le dio orgullo y supo que siempre había sido feminista.





El exilio la marcó, pero abrió nuevas oportunidades


En julio de 2018, se exilió en Costa Rica luego que asistió a las personas que necesitaban atención médica por los ataques policiales durante las manifestaciones en su ciudad y, como consecuencia, también se convirtió en un objetivo que el régimen quiso silenciar.

“Cuando me exilié, lo primero que hice fue hacer un plantón frente al Consulado de Nicaragua en Costa Rica. Me sentí inspirada. En una actividad de la Fundación Arias en Costa Rica, hicimos un grupo de liderazgo y compartimos experiencias”, relata.

En Costa Rica, narra, fue muy activa y colaboró en la fundación de la Red de Mujeres Pinoleras y con la Fundación Arias para la Paz. También realizaba su activismo en la Alianza de Jóvenes y Estudiantes de Nicaragua (AJEN).




Regresó a Nicaragua luego de un mal momento


Arte refugio©GaleríaNews

La joven, también desterrada el pasado 9 de febrero de 2023 a Estados Unidos, regresó a Nicaragua en medio de la pandemia en el 2020. Estaba viviendo sola y cerraron proyectos en la Fundación Arias, donde colaboraba. «Me quedé sin recursos», dice.

“Estaba pasando por una depresión y tomaba pastillas para dormir. Me sentía sola y estar confinada me afectó muchísimo. Me hacía mucha falta mi familia, que ha sido clave en momentos como esos”, cuenta con un evidente tono de nostalgia porque su familia aún sigue en Nicaragua.

Cuando regresó a Nicaragua se sumó a los esfuerzos opositores para organizarse de cara a las elecciones de noviembre de 2021.

Samantha es una de las excarceladas políticas más jóvenes en Nicaragua. Fue capturada el 9 de noviembre de 2021, poco después de la farsa electoral del 6 de noviembre de ese mismo año. Donde no participaron candidatos opositores porque fueron apresados entre mayo y junio por la dictadura.

“Sentí como una punzada 30 segundos antes de mi captura, cuando nos detuvieron los policías de Tránsito. Guardé mi celular en la guantera y en fracción de segundos vi que una mujer me estaba bajando de manera agresiva. Seguido me subió a un vehículo. Fue un secuestro, me golpearon en el rostro y me subieron agachada. Iba con un hombre y una mujer que iban armados”, recuerda la joven.

Samantha dice que cuando la capturaron “estaba mal emocionalmente. Estaba en un momento en que necesitaba ver qué iba a hacer con mi vida, si me quedaba o me iba de Nicaragua. La cárcel me dio un norte para saber que al salir debía irme del país, pero no de esta manera”.

Su estancia en la Dirección de Auxilio Judicial, mejor conocida como El Chipote, la recuerda como una constante tortura psicológica.

“No estuve mucho tiempo en El Chipote, pero era muy hostil. Todo el trabajo era para torturarte y hacerme sentir que estaba mal. Hacerne creer que era lo peor. Las heridas emocionales cuestan sanar muchísimo. Ellos querían quebrarnos y desmoralizarnos, pero no lo lograron”, dice orgullosa.

La joven, que estudiaba Periodismo y Ciencias Políticas en Nicaragua, fue liberada junto a otras 221 personas presas políticas y desterrada a Estados Unidos, donde se encuentra actualmente.





¿Hacia dónde va ahora?



Samantha expresa que está tratando de sobrellevar el día a día. “Hoy en día no estoy en mi mejor momento. Se me acumularon muchas cosas desde 2018 hasta la fecha. Siento ese peso encima y estoy consciente que debo pasar un proceso para sanarme. Si yo no me sano, las consecuencias van a ser peores en un futuro”, asegura.

También asegura que continuará con su activismo y en la defensa de los derechos de las mujeres. Pese a que aún existen obstáculos en ese sentido, considera satisfactorio que las mujeres se han abierto camino poco a poco en espacios sociales.

“Me siento orgullosa porque el punto donde estamos hoy nos ha costado a las mujeres que no se han cansado de luchar contra la violencia en espacios dominados por hombres, como los de trabajo y políticos. En estos espacios las mujeres son vistas de segunda y siempre sufren violencia”, expresa.

Con firmeza, dice que las mujeres jóvenes también han sido puestas a prueba. “Hemos sido escuchadas y prueba de esto es que las mujeres en Nicaragua han sufrido persecución y exilio. Estamos haciendo un buen trabajo, porque si nadie nos tomará en cuenta, significa que no estamos logrando nada”, sostiene.





Yaritzha Mairena sabía que las cosas no andaban bien desde antes de 2018


Yaritzha Mairena es excarcelada política e integrante de la Unidad de Presos y Presas Políticas de Nicaragua (UPPN). Antes de 2018 pensaba que se podía cambiar el acceso a la educación y el tema de la violencia general e intrafamiliar.

“Me encanta ver anime, leer y estar en compañía de mis amistades. Me gusta visitar lugares que me parecen cómodos. He aprendido a utilizar algunos espacios para darme paz y tiempo de sanar”, señala Yaritzha.

Ella recuerda que nació y creció en un barrio pobre, por eso fue en sus primeros años cuando sintió la desigualdad social por la falta de oportunidades.

Yaritzha también es lideresa de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia (CUDJ). Fue detenida el 25 de agosto de 2018 en una protesta en León y fue acusada de terrorismo y homicidio. Cuando fue secuestrada tenía 24 años y estudiaba Ciencias Políticas.

Fue liberada en 2019 cuando la dictadura sandinista aprobó una Ley de Amnistía para liberar a presas y presos políticos.

“La cárcel me ayudó a entender la situación de vulnerabilidad de las mujeres, que no han podido salir de sus ciclos de violencia. Actualmente llevamos procesos de estudios de reparación para las víctimas y he estado trabajando con la UPPN para abordar este tema. Para que en un futuro no exista impunidad”, sostiene Yaritzha.





Estar en espacios políticos ha sido difícil



Actualmente, Mairena reflexiona sobre sus inicios en la lucha social, reconociendo que siempre ha defendido los derechos de las mujeres.

“Desde antes de 2018 me he considerado feminista. He pensado mucho desde mi propia historia personal. Crecí en un barrio pobre y este tipo de desigualdad me hizo entender que el mundo es un lugar injusto, que no le da oportunidades a gente que puede hacer muchas cosas”, crítica la joven, desde su exilio en Costa Rica.

“Ha sido difícil estar en espacios políticos porque generalmente son los hombres quienes monopolizan el discurso. Creo que las mujeres en la oposición trabajan el doble o el triple, pero son los hombres quienes se ven como representantes. Hay una gran disparidad entre el esfuerzo que se hace entre mujeres y hombres”, argumenta con firmeza.