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Madrid, España, 26 de abril de 2021.- Ayudar a los universitarios atrincherados en las universidades en 2018, le cambió la vida para siempre a Laura (a como la llamaremos por seguridad), pues luego de ofrecer masajes terapéuticos, llevar ayudas y resguardar a algunos en su hogar la convirtió en un blanco de ataque de los grupos paramilitares y la sancionada Policía Nacional, forzándola al exilio.

Por: María Gómez Mejía

Con lágrimas en sus ojos y con dificultad para hablar, Laura siente que fue ayer ese doloroso 11 de septiembre de 2018, cuando decidió exiliarse. Aún recuerda que buscó una pequeña maleta donde alcanzara la ropa de su hijo de tres años (en ese momento) y la suya, para emprender el viaje hacia España con retorno incierto.

Pero su calvario no inició con el exilio, sino durante la cruda y violenta represión del régimen de Daniel Ortega contra los ciudadanos que estaban exigiendo democracia. La relativa paz de Laura se terminó, había noches en las que no dormía, el simple sonido de un vehículo o de pólvora le ponía los nervios de punta.

“Salí de Nicaragua porque sentí que mi vida no estaba segura (…) con todo el conflicto que estaba pasando en Nicaragua estaba tratando de aportar desde mi trabajo porque yo soy terapeuta y hago diferentes terapias; empecé a publicar en mi Facebook ayuda a la gente que había estado presa o que se habían hecho daño, por ejemplo: yendo a marchas o que se había hecho daño en los pies corriendo. Y claro, todo lo estaba haciendo público y en un momento sentí que estaba muy insegura”.

A raíz de que Laura empezó a hacer pública su contribución a la lucha cívica de los ciudadanos, comenzaron las anomalías; lo primero que sucedió fue la llegada de una Hilux blanca al residencial donde vivía. El desconocido aseguró que la activista había pedido un material de construcción, lo cual negó Laura y no se le permitió el ingreso. Días posteriores sentía que era vigilada y perseguida cada vez que salía de su vivienda.

“Empezaron a pasar algunas situaciones. Un amigo me dijo: deberías de irte a Costa Rica porque no estás segura”, detalló Laura, quien también recuerda que frente a su vivienda vivía un militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y que estaba al pendiente de quién entraba o salía de la casa, que en ese momento eran jóvenes, campesinos o ciudadanos que eran atendidos con terapias físicas y psicológicas.

Sin dar mayores detalles a sus padres solo les dijo que se iba de Nicaragua, esto lo hizo con el objetivo de proteger la vida de sus seres más amados, principalmente la de su hijo.

Lucha por darle estabilidad a su hijo en el exilio

Cuando Laura salió de Nicaragua su principal objetivo fue alejar de la tensión y la violencia que se vive en el país a su hijo. Al llegar a España se dio cuenta que el niño presentaba problemas para hablar.

“Cuando salimos de Nicaragua mi hijo no hablaba casi nada, yo estaba poniéndome alerta porque no habla casi nada. Precisamente en ese momento pasó todo y nos vinimos aquí (España), entonces fue la primera cosa como la que quería hacer para ver qué pasa con el niño y mucho de mi tiempo se iba en las gestiones y las citas”.

Dada la situación en su hijo se le dificultó encontrar trabajo, la falta de tiempo como la carencia de contactos fue su principal limitante. Pese a eso, no se detuvo y siguió luchando porque su objetivo es darle estabilidad económica y psicológica a su pequeño.

 No tener un hogar la agobia en el exilio

Otro de los problemas a los que actualmente se enfrenta Laura, a casi tres años de exilio, es no tener el dinero suficiente para costear un piso; ya que la pandemia y la situación económica de España le ha afectado.

Laura reveló que desde que está en el exilio ha vivido en aproximadamente 10 pisos diferentes, de amistades que ha conocido en su camino y que han buscado alternativas para tenderle la mano. Sin embargo, como su objetivo es proteger la estabilidad emocional de su hijo ha tratado de mantenerle su primera escuela y le toca viajar largos tramos para llevar y traer al menor.

“Siento que nos ha afectado muchísimo que cada tanto tiempo tenemos que estar buscando otro piso (…) una de las cosas que me crea mucha inestabilidad es no poder suplir las necesidades básicas universales, no tener un espacio seguro y no sentirte segura por no tener vivienda o trabajo. Es super difícil”.

Solo en navidad se vieron (Laura y su hijo) en la penosa situación de estar en tres pisos diferentes, dos semanas en cada uno. Esto ha provocado que sus pensamientos no estén en orden y le provoquen un caos emocional.

“Tantos eventos tan fuertes pasando a la misma vez y que nunca salen, de una situación a otra provoca inestabilidad emocional y mental; también, a nivel físico es como que está ahí todo”.

Dada su situación de vulnerabilidad emocional tuvo que buscar un terapeuta para poder aliviar, un poco, el dolor de su exilio y las preocupaciones por falta de recursos económicos. Las terapias le ayudaron a ver desde otra perspectiva su vida.

Le denegaron su solicitud de asilo

Recientemente, Laura, en medio del dolor y el desempleo, recibió una mala noticia y es que le denegaban su solicitud de asilo político por no presentar las suficientes pruebas de su caso, las cuales no tiene ya que en ninguno de los episodios a los que se enfrentó logró hacer una grabación; su testimonio es verbal y con testigos que vieron lo que sucedía.

“Estamos en el limbo, no existimos”, expresó Laura quien se siente en una nube porque ha quedado sin papeles que le permitan su estadía en el país europeo, ni con un permiso de trabajo para lograr tener algo formal que le dé mejores ingresos para sustentar su hogar.

Ante este hecho acudió a organismos que protegen a los migrantes y la respuesta que recibió es que no apele su caso y que espere cumplir tres años para realizar un arraigo social, del cual tiene derecho.

Después de recibir la dura noticia, en las últimas semanas Laura no ha podido conciliar el sueño y su deseo por regresar incrementa, pero su prioridad es cuidar su vida y la de su hijo.

La exiliada contó que ha tenido sueños donde se ve en su casa (en Nicaragua) con su familia o se ve trabajando, estable y feliz; pero el subconsciente la traiciona y la regresa a su dura realidad de que está en un país luchando por iniciar una nueva vida.

Entre exiliados se apoyan

Laura, pese al contexto decidió no desligarse de la lucha nicaragüenses, entonces se organizó en grupos para hacer reuniones virtuales (a causa de la pandemia) con el objetivo de desahogar sus malestares y penas causadas por el exilio. Además, de ser un apoyo fundamental para todas las personas que llegan solas y sin amparo, a como le sucedió a ella.

“Tengo herramientas que ellos no tienen; entonces, es una manera de ir aportando y apoyando a los compañeros y compañeras que están aquí”. Pero su apoyo no solo lo ha destinado para nicaragüenses, también se organizada con mujeres de la región y del resto del continente americano que han tenido que salir de sus países por violencia, persecución u otros problemas.

Este reto le ha dado satisfacción en su vida, pues manifestó que hace lo que le apasiona y que aporta a la lucha de muchas personas por medio de su profesión. De igual manera, ha decidido no informar (a sus padres) a detalle su estado para evitar angustiarlos.

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