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El desempleo, la pobreza, la violencia machista y algunas de sus expresiones como la irresponsabilidad paterna son algunos de los factores que hacen que las mujeres centroamericanas se vean forzadas a migrar, la mayoría de mujeres, entre ellas madres migrantes latinoamericanas surcan el continente buscando encontrar empleo en los Estados Unidos de Norte América, una realidad que desde mediados de 2020 ubica a las mujeres como representantes de más de la mitad de la población migrante internacional  alcanzando el 51,6% en Europa y el 51,8% en América del Norte según datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas.

Por: Redacción Central

Managua, 19 de Mayo.-  Joseline, Nicole, Dylan, Teylor y Claudia son hijos de Ninoska Pérez Mendoza, una joven migrante de 33 años de edad que en 2021 decidió salir de  Nicaragua vía terrestre para cruzar Honduras, Guatemala y México como ruta para llegar a Estados Unidos, su meta era una, encontrar un empleo que le permita sacar adelante a sus cinco hijos e hijas.

La historia de Ninoska, es similar a la de miles de madres migrantes forzadas a salir de sus países de origen en busca de empleo para mantener a sus hijos e hijas, y es que desde mediados de 2020, la proporción de mujeres migrantes representa el 49,5% de la migración total en América Latina y en el Caribe.

Ninoska, es otra de cientos de mujeres nicaragüenses que decidieron enfrentar una serie de peligros, ilusionadas en cumplir su “sueño americano”; el 26 de octubre de 2021 Ninoska abandonó Nicaragua, este era su segundo intento por dejar el país. La primera vez se arrepintió a “última hora” como ella misma menciona, perdiendo 500 dólares de adelanto que ya había entregado al “Coyote” que la trasladaría de manera irregular para llegar hasta Estados Unidos.

En esa ocasión Ninoska desistió del viaje, no quería alejarse de sus hijos e hijas, pero en 2022 fueron ellos los principales motivos para decidir arriesgar hasta su vida y volver a contactar al Coyote que la llevara a Estados Unidos en busca de un trabajo que le permitiera atender mejor las necesidades de su prole.

Le tomó cuatro días llegar a México. Pero al ingresar a la ciudad de Jalapa en el estado de Veracruz, su plan se truncó, luego que ella y 52 migrantes que viajaban en un camión de mudanza fueran descubiertos por un operativo de la Fuerza Civil, la Marina, la Guardia Nacional y los Federales mexicanos, según datos del Informe Estado de la Región 2021, el flujo migratorio de personas de Centro América que usan a México como corredor hacia Estados Unidos (EE.UU.) ha aumentado notablemente en décadas recientes. Este flujo es mayormente indocumentado, propiciando riesgos importantes para las personas migrantes como para el país receptor.

Ese 2 de noviembre de 2021, se convertiría en un antes y un después para esta madre migrante, recuerda que sus supuestos guías o Coyotes no quisieron pagar un peaje y optaron por entregarlos a las autoridades migratorias mexicanas, por ello, fue detenida por migración durante 39 días en el Estado de Veracruz. “Estar presa es una tortura que no deseo revivir y cuando uno está ahí hasta a sus enemigos extraña” afirma Ninoska al equipo de Galería News.

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Ninoska fue trasladada a la Estación Migratoria de Acayucan junto a 33 compatriotas, desde ese momento sintió el desprecio y la discriminación en carne propia. “A los nicaragüenses no nos quieren. Vimos que sacaron rápido a los hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, mientras que a nosotros nos retuvieron más tiempo” describe la joven en tono de denuncia.

Aunque en la estación migratoria separaban a los hombres de las mujeres como una forma de protección y seguridad para ellas, Ninoska insiste que no pudo escapar de los tratos humillantes y de violaciones a sus derechos humanos por parte de las autoridades migratorias mexicanas quienes les señalaban constantemente que los y las migrantes “desde que salen de su país, no tienen derecho a nada” recuerda Ninoska “nos repetían que ya habíamos perdido todo”.

La joven también relata  otros tratos crueles acostumbrados en los centros de detención migratoria, “a la comida le echaban yodo, supuestamente para no despertar interés sexual entre nosotras”, también afirma que hay burla e ironía en el trato de las autoridades migratorias “cuando preguntábamos la hora, nos respondían que para qué la queríamos saber ¿acaso te vas a ir?, nos decían”.

En el tiempo que permaneció detenida, sintió tanta desesperación que llegó a pensar que prefería ser deportada, pero “me trague las ganas” como ella misma señala y resistió hasta el día de su liberación, el 25 de diciembre del año 2021. “Lloré mucho y aunque quería ser liberada sabía que eso no era lo único que podía vivir, también sabía que podía caer en manos de cárteles criminales”.

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Ninoska analiza lo sucedido y afirma que “en realidad esa liberación que hacen las autoridades migratorias sólo se trata de una deportación interna». En su caso, todo el grupo fue llevado al Estado de Tabasco. Así los y las migrantes van pasando de mano en mano, entre detenciones migratorias y de carteles y otros grupos criminales organizados.

Ella considera que tuvo suerte en comparación con otros casos pues viajaba entre conocidos, una sobrina, un primo y un amigo, aún asi no pudo evitar sentirse vulnerable en el camino. “De todo aguanta uno ahí. Nos venden una falsa seguridad. Al final nos meten uno sobre otro en tráileres o camiones y dormimos en los montes, siempre se cuenta lo bonito, pero no lo feo del viaje”. Ninoska tuvo la suerte de no separarse nunca de su grupo, juntos llegaron hasta la frontera de Estados Unidos y lograron cruzar el Río Bravo.

El primero de enero de 2022, Ninoska llegó finalmente a California donde era esperada por sus familiares, y aunque había cierta tranquilidad sabía que los dolores de la migración forzada no acababan allí, llegar al famoso “norte” para Ninoska solo era el inicio de un desafío más grande “empezar de cero en un país extraño”.

Hijos e hijas: el principal motivo de las madres migrantes

El “sueño americano” se sostiene en una ilusión de ganar dinero para dar una mejor vida a su familia, Ninoska ya tiene poco más de cuatro meses de vivir en Estados Unidos  pero  su corazón está en Managua, donde dejó a sus cinco hijos. Es una realidad que acepta pero que no ha logrado superar. Le duele estar lejos, principalmente de los más pequeños quienes requieren de una atención especial. “Yo no deseo estar aquí, pero ya ni modo tengo que seguir adelante por ellos”.

En 2021, los hijos menores de Ninoska, Teylor de 7 años de edad y Claudia de 4, fueron diagnosticados con Trastorno del Espectro Autismo (TEA), conocido popularmente como Autismo, una deficiencia en las capacidades del desarrollo cerebral que puede provocar problemas sociales, conductuales y comunicacionales de forma significativa en las personas que lo padecen.

“Primero notamos al niño, hablaba poco y extraño, después nos fijamos que la niña también era así, son como niños tiernos así los veíamos” dice Ninoska para explicar la poca fluidez en el desarrollo verbal de Teylor y Claudia, ambos niños sólo expresan algunas palabras, no forman oraciones y su capacidad de comunicación es limitada.

La condición de sus hijos hizo que Ninoska buscara atención profesional, pero descubrió que su situación económica le impedía acceder a ella, en su necesidad de entender cómo cuidar de sus hijos asistió a una organización que brindaba ayuda gratuita a familias con integrantes diagnosticados con autismo, Ninoska solicito asistencia médica a inicios del año 2021 y se le extendió una cita para ser atendida junto a sus dos hijos a mediados del año 2022, una espera que se volvía angustiante para una madre desesperada que intentaba cuidar de la mejor manera de su hijo e hija.

Salir de Nicaragua fue entonces lo único que se le ocurrió a Ninoska para brindar atención médica a Teylor y Claudia y por qué no también poder comprar una casa para sus hijos, mejorar su educación, darles una mejor oportunidad de vida. “Mis hijos me dicen que me apure para comprar mi casa y regresarme con ellos”, pero no es tan fácil.

Ninoska, nunca pensó que el desempleo también existía en Estados Unidos y que también allí, sería una víctima de esa realidad de la que muy pocos migrantes hablan “posiblemente para no asustar a su familiares en Nicaragua”, luego de algunos meses y  cinco días antes de contar su historia para Galería News, Ninoska, empezó a trabajar en un lava autos en San francisco, California. Trabaja cinco horas diarias pero su meta es conseguir jornadas de tiempo completo para cancelar, primero, la deuda adquirida para pagar su viaje hacía Estados Unidos de Norte América.

Una deuda que cada migrante carga en hombros y se suma a las angustias económicas que dejan en sus países de origen, Ninoska afirma que “muchos migrantes en su misma condición se enfrentan al desempleo” solo que no lo dicen y viven esta desesperación  en silencio, para las mujeres se vuelve más difícil pues saben que mientras no haya trabajo sus hijos e hijas perecen en sus países de origen.

Madres migrantes: los hijos e hijas que quedan en casa

Nicolle tiene catorce años y es la hija mayor de Ninoska Pérez, dice que a diario habla con su madre vía WhatsApp, pero no es suficiente su mundo ha cambiado, sin darse cuenta paso de ser una adolescente e hija, a ser una madre adoptiva adolescente pues ahora tiene la responsabilidad de cuidar a sus hermanos y hermanas.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) destaca que los “más afectados por la migración de las familias suelen ser los menores, ya sea porque están separados de sus progenitores al permanecer en el lugar de origen, o bien porque emigran con sus familias o solos. La juventud es una categoría que padece las consecuencias de la migración en los múltiples contextos inherentes al proceso migratorio: como familiares que permanecen en el lugar de origen, como personas que emigran solas o como parte de familias que emigran”

 

Nicolle, es uno de esos casos, desde que su madre migro es de pocas palabras, se siente triste, extraña mucho a su madre y ese sentimiento lo vive sola pues relata que sus hermanitos no hablan del tema; Nicolle vive tres lutos, el divorcio de sus progenitores y la lejanía de ambos, pues al igual que su madre, su padre también decidió emigrar a Estados Unidos para darles un futuro mejor a ella y a sus hermanos.

Esta adolescente ahora cursa el primer año de secundaria, le gustaría convertirse en una profesional quiere ser “licenciada” pero no tiene claro en qué especialidad, pero sabe que por el momento es un sueño que esta ligado al “viaje de sus padres” y si todo sale bien “ella sería la primera de su familia en llegar a la universidad”, un sueño que para Nicolle también es parte de su tristeza pues también es uno de los motivos de la lejanía de su madre.

Una especialista en salud mental que brinda atención psicológica gratuita al norte del país y ha pedido el anonimato por los altos niveles de represión estatal para las voces defensoras de derechos humanos, señala como “alarmantes los efectos que la migración deja a su paso y es más allá de las cifras, la parte afectiva en las familias se esta viendo afectada producto de la desintegración familiar, hasta convertirse en un duelo no trabajado” Asimismo, señala que es preocupante como los adultos están ignorando los nuevos roles que las hermanas mayores asumen cuando la madre se va del país.

“En la mayoría de los casos, las madres migrantes son solteras, con una prole cuyas edades están entre los tres y los trece años. Aunque ellos pasan al cuidado de sus abuelas maternas, las abuelas delegan responsabilidad en las niñas mayores. Tengo el caso de una niña de 14 años que pasó a cuidar a sus hermanitos de 12 y 4 años”, una realidad que afecta a decenas de adolescentes y niñas nicaragüenses y sobre la que aún no se hace ninguna investigación en el país, una investigación que realmente evidencie el impacto de la migración en la niñez y adolescencia nicaragüenses.

En el último mes esta especialista ha tenido conocimiento de al menos, cuatro menores que presentan estrés y han manifestado intentos suicidas tras la separación forzada de la madre y asumir responsabilidades para las que no tienen edad. “Me preocupa y me entra una tristeza profunda ver cómo estas niñas están asumiendo el rol de una madre y un padre ausente, la migración les afecta tanto en su convivencia familiar como escolar” y señala que en estos caso sus pacientes expresan sentimientos de impotencia, enojo, tristeza por querer entender algo que a su corta edad es difícil de procesar.

Nuestra especialista explica que, al igual que Nicolle sus pacientes, también niñas y adolescentes víctimas de la migración, están conscientes de la difícil situación del país, saben y hasta comprenden que por la falta de empleo en Nicaragua sus madres se vieron forzadas a irse al extranjero para trabajar y enviar dinero para su cuidado, inicialmente lo aceptan con la idea errónea de que la separación es momentánea, pero al pasar del tiempo y luego de  seis meses se dan cuenta de que puede ser que no vuelvan a ver a sus madres, entonces se entristecen.

Una niñez que espera

Para los y las adolescentes en esta situación,  no es nada fácil mantener un equilibrio entre los estudios y las nuevas normativas, por ejemplo, “desde empezar a dormir con su hermanita chiquita, cuidar y estar pendientes del jarabe cuando a la abuela se le olvide, son algunas de las responsabilidades que muchas adolescentes asumen ante la ausencia materna”, detalla la experta “esas responsabilidades las superan emocionalmente”.

Las adolescentes y niñas que asumen el cuidado de sus hermanitos, desarrollan angustia ante la gran responsabilidad que sienten, de una u otra manera asumen que están a cargo del bienestar de sus hermanos aunque hayan otros adultos en casa, muchas veces temen “que a sus hermanitas o hermanitos les llegue a pasar algo y las culpen a ellas. Me dicen: yo no quiero dormir con mi hermanita porque me da miedo que le pase algo y que yo tenga la culpa”.

 

La dinámica es compleja, pues la familia busca la subsistencia y en esa migración toda la familia debe asumir nuevos roles, según la especialista la ansiedad de las hermanas mayores, en muchos casos aumenta con las llamadas telefónicas y pasa cuando “Las madres, padres o padrastros les reclaman que por qué no cuidaron bien de la niña o el niño, por qué no le dieron  el jarabe al hermano enfermo o por qué no están apoyando a las abuelas en la casa y en los cuidados de la familia”.  Agrega que, en la mayoría de los casos, los reclamos de las madres se dan de modo inconsciente porque desean resolver los problemas financieros a través de una llamada, una llamada que además resuelva los problemas de la casa, porque no dejan de seguir siendo las jefas de la familia, también están en altos niveles de estrés y la angustia de sentir que sus hijos e hijas están solos aunque estén en manos de sus familiares.

Para esta especialista en salud mental, las pacientes adolescentes, a veces solo quieren hablar con sus madres y contarles sus cosas.“Yo quiero hablar con mi mamá de forma tranquila, que no me grite ni me reclame por teléfono. Me gustaría que me escuche primero y luego que me diga lo que quiera. Quiero que mi abuela me comprenda”. Conversaciones que se vuelven difíciles, cuando las madres están estresadas por pagar las deudas por las cuales migraron, entre ellas las que adquirieron para poder pagar a los Coyotes, a pesar de ello es necesario que se atienda a los y las adolescentes asi como a la niñez que queda en el país, hay que trabajar en reforzar su autoestima, apoyando y creando una red social y familiar que abrase y acompañe a estas niñas y adolescentes, porque no hay otra salida ni para ellas ni para el país.

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