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El Ministerio de Educación Pública (MEP) registra unos 52.000 niños, niñas y adolescentes extrageros estudiando en las escuelas y colegios de Costa Rica. Los datos muestran que la gran mayoría  son nicaragüenses 

Son las 9:00 de la mañana de un caluroso día de octubre. Con el sonar cacareo de gallinas y los oinc de cerdos que se escuchan de fondo, Gisell Olivas Rodríguez relata por qué hace unos meses lloró al ver a su pequeño hijo cantar el himno de Costa Rica en una actividad cívica de la escuela donde estudia el cuarto grado. En un choque de emociones, dice, lloraba de alegría al ver a su hijo formándose para un mejor futuro junto a decenas de niños costarricenses. Pero también lloraba de tristeza, ya que nunca se imaginó ver que el primer himno que entonara su niño fuera el de otro país y no el de Nicaragua, de donde son originarios. 

Cris Rivas Olivas cumpliría 10 años dentro de un mes. Llegó a Costa Rica en 2018 junto a su mamá Gisell, su padre Delvin Rivas y su hermano, procedentes de La Fonseca, una comunidad del municipio de Nueva Guinea, en el Caribe Sur nicaragüense. La situación política, social y económica que atravesaba Nicaragua en ese momento les obligó a buscar un rumbo más estable. Tras recorrer decenas de kilómetros por trochas y cruzar la frontera por puntos ciegos, llegaron a Upala, en la zona norte de Costa Rica, donde se asentaron junto a otros campesinos migrantes.

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Cris es uno más de los miles de niños, niñas y adolescentes que han cruzado en los últimos años hacia Costa Rica y que han logrado ingresar al sistema educativo tico. Contrario a muchos niños y niñas de su edad, dice que le gustan las matemáticas y los exámenes que realiza en la escuela San José de Upala, que tiene una matrícula de 160 estudiantes. De esa cantidad, 37 son menores nicaragüenses migrantes que han ingresado en los últimos cuatro años. Los más recientes, hace apenas ocho días: una niña de 11 y otra de seis años.

Karen Pineda Ubau, directora de la escuela San José de Upala, dice que entre 2018 y 2019 ha aumentado la matrícula de la niñez nicaragüense migrante. Principalmente en las zonas cercanas al trecho fronterizo con Nicaragua, país que atraviesa una de las peores crisis sociopolíticas y económicas de las últimas cuatro décadas, según el Informe «Concentración del Poder y Debilitamiento del Estado de Derecho», se constató la voluntad del actual Gobierno de perpetuarse de manera indefinida en el poder, y de mantener sus privilegios e inmunidades, en un contexto de corrupción, fraude electoral e impunidad estructural, todo bajo un clima de represión sistemática.

“Aquí cerca de Upala hay una escuela en la comunidad Parcelas de París donde quizás un 50% son niñas y niños nicaragüenses. Algunos no necesariamente migrantes o refugiados. Sino que todos los días vienen de Nicaragua a estudiar. Hay varios centros educativos a lo largo del trecho fronterizo en esa condición”, dice Pineda, mientras muestra un mural donde están colocadas las banderas de Nicaragua y Costa Rica, con una leyenda que señala a este último país como pluricultural y multiétnico. 

En Upala la actividad económica se desarrolla en torno a la agricultura y la ganadería. Las familias son mayoritariamente de Nicaragua o de raíces nicaragüenses, comentan los comunitarios. Pineda asegura que debido a esto la inserción de la niñez migrante ocurre de forma natural. “No precisamente se sienten excluidos o discriminados. Se sienten integrados y partícipes de todos los procesos del sistema educativo costarricense”. 

«Solo me voy a bañar rápido para enseñarle mis tareas», dice Cris después de contar que en la casa ayuda a barrer, a lavar la ropa, a vigilar que las gallinas no se vayan largo y a cuidar a su hermanita de dos años, quien nació en Costa Rica.

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Él quiere ser futbolista. Y, aparentemente, lo dice con conocimiento de causa: Los amiguitos ticos que tiene en la pequeña liga de fútbol donde juega le dicen que es muy bueno en este deporte. Aunque él viene de un país donde sus dos principales deportes son el béisbol y el boxeo, dónde varias glorias deportivas como Denis Martínez o Alexis Argüello han dejado su legado. 

El derecho a estudiar

El Código de la Niñez y la Adolescencia de Costa Rica, consignado en la Ley 7739, es el encargado de velar por la educación de la niñez y se aplica según su artículo 3 “a toda persona menor de edad, sin distinción alguna, independientemente de la etnia, la cultura, el género, el idioma, la religión, la ideología, la nacionalidad o cualquier otra condición propia, de su padre o madre…”. 

Dicho Código, en el artículo 56, señala que “las personas menores de edad tendrán el derecho de recibir educación orientada hacia el desarrollo de sus potencialidades. La preparación que se le ofrezca se dirigirá al ejercicio pleno de la ciudadanía y se le inculcará el respeto por los derechos humanos, los valores culturales propios y el cuidado del ambiente natural, en un marco de paz y solidaridad”.